viernes, 20 de junio de 2014

Todos los momentos que viví: Sao Paulo (1994)



Transcurría el inverno de 1994 y el periodista deportivo estaba disfrutando a pleno el presente exitoso de su Vélez querido. Y se estaba dando el lujo, gracias a su profesión, de vivirlo bien de cerca. Pero había un cable desconectado: su relación con su alocado jefe no era la ideal. 


Por eso en el juego de los premios y castigos, venía siendo excluído de los viajes, una gratificación valorada por los hombres de prensa. Fueron pasando las fases de la Copa Libertadores 1994 y el periodista cubría todos los partidos coperos en el José Amalfitani, los entrenamientos y la información diaria. Sin embargo cada vez que el equipo de Carlos Bianchi cruzaba las fronteras, el enviado especial era otro. 

Hasta que llegó la gran final en el Morumbí y obviamente entre los dos designados para cubrir lo que sería una hazaña histórica no figuraba el periodista fortinero. Esperaba esa jugada, por eso lo tomó con calma y con una decisión tomada: viajar a Brasil solamente como hincha. 

Compró el viaje con estadía que ofrecía Vélez, preparó el bolso con las camisetas velezanas y se preparó para disfrutar. En el diario pidió tomarse unos días que tenía pendientes. Y así protagonizó una experiencia inolvidable. Desde la salida del chárter en Aeroparque, con cantos de ilusión en el vuelo de ida. Los nervios de la previa, la llegada al imponente Morumbí, donde la bienvenida de los hinchas locales no fue nada amable. 

El sufrimiento durante los 90 minutos, las puteadas cuando llegó el gol de Sao Paulo, la angustia de los penales. Y la explosión de felicidad con las atajadas de José Chilavert y el grito hasta la afonía cuando Tito Pompei sentenció el resultado. Los abrazos al por mayor con los compañeros de tribuna, el posterior abrazo con el Pacha Cardozo, Chilavert y Bianchi adentro del campo. Haber llevado la credencial de periodista fue una gran idea para franquear controles. Y el festejo en el vestuario. Hasta le dio el tiempo, cuando pensaba de qué forma volvería al hotel, para llegar a los micros de regreso al hotel de los hinchas. 

Una noche inolvidable, esa del 31 de agosto de 1994. Valió la pena, y cómo, estar en la festiva tribuna y no en el solemne Palco de Prensa del Morumbí.

GT

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