Tocaba una parada de las bravas, los 3600 metros de La Paz, donde pocos equipos salen airosos y, con buen criterio, el Turu colocó en cancha un equipo repleto de juveniles, de los cuales diez eran nacidos en la fábrica de jugadores de Liniers.
Un penal inventado en la segunda etapa facilitó el triunfo del equipo boliviano, que luego, con espacios, creó claras situaciones de gol.
Lo importante más allá del resultado adverso es que los pibes dejaron todo, jugaron por la camiseta y estuvieron, por demás, a la altura de las circunstancias.
Por Nestor Friedlander (@Velezonline)
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